Desinstitucionalización

Desinstitucionalización , en sociología, movimiento que aboga por el traslado de personas con discapacidad mental de instituciones públicas o privadas, como hospitales psiquiátricos, de regreso a sus familias o a hogares comunitarios. Si bien se concentra principalmente en los enfermos mentales, la desinstitucionalización también puede describir transferencias similares que involucran a prisioneros, huérfanos u otras personas previamente confinadas en instituciones. Se cree que la transferencia de individuos a familias o entornos de hogares comunitarios, que tienden a ser menos restrictivos que las instituciones, beneficia a los individuos al permitirles ser participantes activos en sus comunidades.

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Institución y desinstitucionalización como conceptos

Si bien existe un debate entre los sociólogos, una institución puede definirse, de manera muy amplia, como la forma de actuar, pensar o comportarse de un grupo social, en el que los comportamientos, costumbres y prácticas se cristalizan o establecen. Las instituciones son distintivas, reconocidas y sancionadas. En este sentido, un hospital psiquiátrico puede entenderse como una institución en el sentido de que encarna todas las costumbres y prácticas que se acumulan en torno a la atención psiquiátrica. La desinstitucionalización, entonces, ocurre cuando un complejo de costumbres, estructuras y actividades se modifica o pierde su razón de ser. En cuanto a los discapacitados psíquicos o físicos, la desinstitucionalización es menos la desaparición de instituciones o recursos asistenciales específicos que la mutación de instituciones y recursos para atender nuevas demandas sociales y un nuevo contexto histórico.

Desinstitucionalización psiquiátrica

La preocupación por los pacientes en los hospitales psiquiátricos surgió en el siglo XIX, cuando se hicieron evidentes los signos de negligencia de los pacientes en los asilos. En el siglo XX, el hacinamiento y el abuso de los pacientes se convirtieron en problemas graves, lo que llevó a algunos a buscar alternativas a la institucionalización basadas en la comunidad.

Hubo varios factores principales en la desinstitucionalización psiquiátrica en el siglo XX. Por ejemplo, hubo una afluencia de medicamentos psicotrópicos que permitieron a los enfermos mentales recuperar una vida entre otros y superar lo que se había llamado "crisis". Los nuevos medicamentos plantearon la posibilidad de excursiones, actividad física ligera (p. Ej., Caminar) y re-inmersión en la comunidad. Los locos gradualmente fueron vistos como enfermos mentales, experimentando "problemas psicológicos" o "sufrimiento psicológico".

La influencia del psicoanálisis, que introdujo un tipo de terapia no institucional, fue también un factor de desinstitucionalización. La “locura” se había abordado en un marco institucional, es decir, en un contexto en el que se suponía que la institucionalización la curaría, o al menos la aliviaría mediante su propia dinámica interna: aplicación, socialización interna y trabajo. Los supuestos efectos curativos de la institucionalización se complementaron con diversas técnicas, como la terapia de electroshock. En las décadas de 1960 y 1970, la psiquiatría institucional tuvo una visión donde el psicoanálisis tenía un lugar reconocido. Sin embargo, en última instancia, el psicoanálisis contribuyó al surgimiento del concepto de desinstitucionalización, ya que el trabajo sobre la psique podía realizarse fuera de una institución.

La desinstitucionalización psiquiátrica también fue influenciada por el llamado movimiento antipsiquiatrico. De 1950 a 1970, el movimiento enfatizó el papel que desempeñaban los factores sociales en los trastornos psicológicos. Se centró en las patologías sociales y en la desindividualización de la enfermedad mental (abandono de los valores individuales en un esfuerzo por identificarse con la propia sociedad). Al mismo tiempo, este movimiento sostuvo que la conexión con la comunidad ofrecía el mejor camino hacia la mejora y afirmó que el confinamiento institucional era fundamentalmente dañino.

A estos factores también hay que sumar los análisis económicos. En Estados Unidos y Francia, por ejemplo, se avanzó en la tesis de que el estado de bienestar, al desarrollar modelos segregantes de control social, incurría en costos excesivamente altos y difíciles de justificar.

A pesar de esos factores, hubo una fuerte oposición a la desinstitucionalización. En ciertos entornos se produjo el pánico ante la posibilidad de que ex internos de hospitales psiquiátricos estuvieran presentes en lugares públicos. En los Estados Unidos hubo oposición de los sindicatos debido al riesgo de desempleo y al intenso cabildeo de las asociaciones profesionales que profesaban preocupación por las normas.

Además, los efectos de la desinstitucionalización, que se revisaron en la década de 1980, suscitaron serias preocupaciones. El argumento abrumador contra la supresión de la institución psiquiátrica era que las personas desinstitucionalizadas eran aún más infelices, maltratadas y estigmatizadas que en el entorno institucional. Como era de esperar, los defensores de la desinstitucionalización respondieron fácilmente que la deficiencia radicaba en el hecho de que la comunidad no había recibido los medios para recibir y acomodar a los enfermos mentales entre ella.

Formas de desinstitucionalización

En Europa, particularmente en Italia y Reino Unido, las formas de desinstitucionalización han sido numerosas y diversas, como la alternancia de períodos en la institución y en la comunidad, programas de acogida en las instituciones y la creación de cooperativas de trabajo. Por tanto, la lucha contra la institucionalización no ha sido necesariamente de oposición radical: todo institucional o todo comunitario. Estos esfuerzos, en sus diversas formas, pueden haber permitido la extensión del movimiento de desinstitucionalización a áreas mucho más allá de la psiquiatría.